Los libros que leí en 2023
En este año he leído 45 libros de autores como Iris Murdoch, Jeremy Eichler o Roberto Bolaño. Aquí encontrarás sus títulos y algunas de las cosas que aprendí.
En 2023 he leído 45 libros: una docena más que en 2022, más novelas que ensayos y más en inglés que en español.
No quería que acabara el año sin explicar aquí qué he leído y cómo he leído. A muchos de estos títulos llegué a través de ventanas similares en blogs personales, redes sociales o artículos de prensa. Algunos cuentan historias muy crudas. Pero de todos he aprendido y con todos he gozado. Hay algunos que no me importaría volver a leer.
En este artículo encontrarás un comentario breve y un enlace a cada uno de los libros que me han acompañado en este año que ahora termina. No es una lista sistemática ni normativa. Mi único fin es el de tantos lectores: compartir lo leído y abrir ventanas inéditas a otros lectores como yo.
Una de mis obsesiones en 2023 ha sido leer libros que me ayudaran a comprender mejor la experiencia brutal e inesperada de la guerra, que durante siglos fue parte de la vida cotidiana de millones de europeos y que quienes hoy vivimos en Occidente sólo conocemos por los noticieros y por los libros de historia.
El origen de mi interés fue Ucrania, un país sobre el que leí varios libros en 2022 y sobre el que giraron dos de mis primeras lecturas de este año: Estación Ucrania de Borja Lasheras y Orfanato de Serhiy Zhadan.
El primero es un retrato detallado de Ucrania y de los ucranianos, y ayuda a comprender cómo era el país antes de la invasión mucho mejor que el único libro que dejé a medias este año, el mediocre In Wartime de Tim Judah.
De Estación Ucrania me gustó en especial descubrir aspectos, personajes y regiones del país que no conocía. Así llegué por ejemplo a Lesia Ukrainka, la Casandra decimonónica sobre la que escribió aquí María Ramírez. Y así llegué también al libro de Zhadan, que es a la vez cantante, escritor y agitador cultural. Este perfil de Cristián Segura es una introducción al personaje y a lo que significa en la Ucrania de hoy.
Orfanato es la historia de un tío que se propone rescatar a su sobrino de un internado en medio de una ciudad en disputa de la región del Donbass. El libro, que Zhadan escribió en 2017, retrata de forma magistral la experiencia angustiosa de la guerra actual (la misma de entonces pero a mayor escala) y el daño que inflige cada día a millones de ucranianos.
En Ucrania suceden también algunos de los pasajes de Vida y destino de Vasili Grossman, una de mis deudas pendientes desde hace años y uno de los mejores libros que he leído en 2023.
Es una novela cuyos protagonistas se empeñan en preservar aquello que les hace humanos en entornos crueles e inhumanos y sobre los que no tienen ningún control. Pero es también un extraordinario testimonio personal y periodístico de algunos de los sucesos más terribles del siglo XX: la batalla en Stalingrado, la vida cotidiana en los campos de exterminio, el miedo permanente a las purgas de Stalin y la masacre de miles de judíos en el barranco ucraniano de Babyn Jar.
Babyn Jar es también el origen de una de las mejores sinfonías del músico ruso Dmitri Shostakóvich y uno de los asuntos que aborda mi ensayo favorito del año, Time’s Echo, cuyo autor es el periodista e historiador Jeremy Eichler y que pronto publicará la editorial Ariel en español.
Es un libro que estremece y que ilumina, y que ayuda a comprender los dilemas de judíos germánicos como Felix Mendelssohn o Stefan Zweig y la forma en que cuatro compositores se enfrentaron a un desafío imposible: rendir un tributo a las víctimas del Holocausto y de la barbarie de la II Guerra Mundial.
Los protagonistas del libro son Richard Strauss, Arnold Schoemberg, Benjamin Britten y el propio Shostakóvich. Pero Time’s Echo incluye también deliciosos cameos de Lorenzo da Ponte, Thomas Mann o Iliá Ehrenburg, y se abre con la imagen del célebre roble de Goethe en medio del campo de concentración de Buchenwald, una metáfora hermosa y que se queda para siempre en la mente del lector.
En torno al desgarro de la guerra giran también varias de las novelas que leí en 2023. Slaughterhouse-Five de Kurt Vonnegut, que leí en esta edición especial, retrata con humor negro el bombardeo de Dresde, que el autor vivió como un joven recluta preso en el sótano de un matadero de la ciudad. El querido hermano de Joaquín Pérez Araústre narra con lirismo el luto de Manuel Machado, que recibe en Burgos la noticia del fallecimiento de su hermano Antonio y viaja a Collioure para despedirse de él.
Irónicamente actual en los tiempos de la tiranía de Daniel Ortega fue la lectura de Adiós Muchachos, las memorias en las que Sergio Ramírez cuenta sus años como dirigente sandinista. También mi viaje como lector a los años de plomo italianos de la mano de L’Affaire Moro de Leonardo Sciascia y de Salir de la noche de Mario Calabresi, el emotivo testimonio del hijo de una víctima de la violencia política, que tan cercano nos suena a quienes vivimos los años más sanguinarios de ETA en España.
2023 fue el año en el que descubrió a tres escritores magníficos con los que tenía una deuda pendiente: Joseph Roth, Iris Murdoch y Roberto Bolaño.
De Roth me leí La marcha Radetzky, que la editorial Alba ha publicado en español aquí, y su no tan conocido Job, una fábula muy hermosa y llena de esperanza que aborda temas tan actuales como el antisemitismo, el capitalismo o la inmigración.
A Murdoch llegué de la mano del interesante ensayo Metaphysical Animals, una historia de cuatro pensadoras que transformaron la filosofía en el Oxford casi sin hombres de la II Guerra Mundial. Junto a Murdoch aparecen Mary Midgley, Philippa Foot y Elizabeth Anscombe. Me gustó conocerlas mejor y sumergirme en aspectos que no conocía de la ciudad en la que vivo hoy.
De Murdoch me leí dos novelas: The Bell (una de sus primeras, que explora asuntos como la homosexualidad reprimida o el fanatismo religioso) y The Black Prince (una oda al amor inesperado y a la creación artística que escribió en su periodo de plenitud). Me gustó más la segunda que la primera, pero las dos han logrado que ya sea una de mis escritoras favoritas y ya tengo esperándome en la estantería The Sea, The Sea.
Bolaño es un autor al que tenía ganas desde hace años. He empezado por tres de sus novelas más breves: Estrella distante, Nocturno de Chile y El Tercer Reich. Me gustó menos esta última que las dos primeras, que me hicieron comprender el poder de la prosa aparentemente sencilla de este escritor. Me quedan por leer sus dos obras maestras, que requieren un tiempo y un sosiego que no siempre es fácil encontrar.
2023 fue también el año en el que descubrí a otro autor chileno, Alejandro Zambra. Disfruté mucho su Poeta chileno, un libro a la vez tierno y áspero que se me hizo corto pese a sus 400 páginas.
Este año me adentré al fin en la Comala fantasmagórica de Pedro Páramo, en la breve y hermosa Trilogía de Jon Fosse, en la inhóspita novela tropical Victory de Joseph Conrad, en el triste reportaje Los suicidas del fin del mundo de Leila Guerriero y en las páginas de el perturbador libro Waiting for the Barbarians de J. M. Coetzee, de quien me he quedado con ganas de más.
Estos títulos me llevan a otra de mis obsesiones en este año: los relatos distópicos. Algunos situados en un futuro hipotético o hiperbólico y otros anclados en realidades que por desgracia conocemos demasiado bien.
En el primer grupo situaría la estremecedora El año del desierto de Pedro Mairal, tan relevante por el agravamiento de la crisis perpetua de Argentina y también la divertidísima Player Piano de Vonnegut, tan actual por el avance de la inteligencia artificial.
En el grupo de las distopías cercanas incluiría Las tempestálidas del búlgaro Gueorgui Gospodínov, que me pareció una analogía muy brillante de la obsesión que tenemos los europeos por nuestro pasado, y Facendera del leonés Óscar García Sierra, que me recomendó Raquel Peláez y que tan bien retrata la tristeza y el vacío post-industrial en las cuencas mineras de León.
En 2023 leí un buen puñado de novelas de escritores de Estados Unidos. La que más me gustó fue My Ántonia de Willa Cather, de quien ya había leído The Song of the Lark el año pasado y a quien llegué de la mano del ensayo Wagnerism del periodista Alex Ross. My Ántonia es la historia de una niña checa que llega con sus padres a un pueblecito del Medio Oeste y de su relación con uno de sus vecinos. Es un western crepuscular al estilo de El hombre que mató a Liberty Valance y tiene uno de los finales más emocionantes de la historia de la literatura.
De autores estadounidenses leí también este año la trepidante novela The Secret History de Donna Tart, Humboldt’s Gift de Saul Bellow (con uno de los mafiosos más divertidos con los que me he topado nunca), The Bluest Eye de Toni Morrison (un buen libro aunque no tan bueno como Sula o The Song of Solomon) y The Book of Daniel de E. L. Doctorow, que aborda el macartismo en mi opinión de forma más eficaz que el Philip Roth de I Married a Communist, que leí hace unos años.
Este año también afiancé mi relación con Salman Rushdie, al que descubrí demasiado tarde en 2022 de la mano de su libro de memorias Joseph Anton y de su obra maestra, Midnight’s Children. Este año leí dos de sus fábulas más hermosas: Haroun and the Sea of Stories y Victory City. El primero lo escribió para su hijo Zafar durante los años más oscuros de la fatua y es un hermoso homenaje al poder transformador de las historias sobre la realidad. El segundo lo terminó Rushdie unos días antes del ataque en el que casi muere asesinado por un yihadista y sus últimas dos frases son muy hermosas. “Todo lo que queda es esta ciudad de palabras. Las palabras son las únicas vencedoras”. Rushdie, del que te recomiendo también esta entrevista, volverá en marzo de 2024 con Knife, un relato del ataque que casi le segó la vida.
En 2023 leí dos libros de Historia que me gustaron mucho: Spain de Michael Reid, que me pareció un retrato muy equilibrado del increíble progreso de España en las últimas décadas y de algunos de sus problemas más preocupantes, y Homelands de mi vecino Timothy Garton Ash, al que entrevistó aquí María Ramírez en una conversación con muchas claves para comprender la Europa de hoy. Sólo el emocionante capítulo sobre la caída del Muro de Berlín ya vale el precio del libro.
Por último, este año leí también algunos libros de periodismo y sobre periodismo. Con el que más aprendí fue quizá con Not Exactly Lying de Andie Tucher, que hace un repaso de un fenómeno muy actual: el de la propaganda que se hace pasar por periodismo con el objetivo de persuadir y engañar al lector.
Me gustaron también We are Bellingcat de mi admirado Eliot Higgins, que repasa la historia de uno de mis medios favoritos, sobre el que escribí en este artículo; Directores de Fernando Belzunce, un inspirador libro de entrevistas con un puñado de líderes de medios; Viaje al país de ElKano, una crónica espléndida de Ander Izagirre sobre el lugar donde veraneó; y Los intrusos, una crónica excelente del periodista cubano Carlos Manuel Álvarez sobre la rebelión pacífica del Movimiento San Isidro. El último que he leído es Avoiding the News, un libro de Benjamin Toff, Ruth Palmer y Rasmus Nielsen que intenta explicar por qué un sector creciente de la población evita las noticias a propósito y del que puedes leer un extracto aquí.