Los libros que leí en 2024
Este año he leído 48 libros de autores como Leila Guerriero, Miklós Bánffy, Alec MacGillis o Thomas Mann. Aquí encontrarás sus títulos y algunas cosas que aprendí.
En 2024 he leído tres libros más que el año pasado, menos ensayos que novelas y relatos, y bastante más en inglés que en español.
Dos territorios han concentrado muchas de mis lecturas en los últimos meses: el Imperio Austro-húngaro y el salvaje Oeste. Son dos lugares que existen y que a la vez no existen, y que concentran las versiones más extremas de dos universos que de alguna manera habitamos todos: la Europa refinada y decadente donde casi nada cambia, y la América inmisericorde y excesiva que tan bien retrataron las películas de John Ford.
Una de mis mejores experiencias de lectura este año fue la llamada Trilogía Transilvana del diplomático húngaro Miklós Bánffy, que en español editó hace unos años Libros del Asteroide y que permaneció olvidada hasta su traducción al inglés.
A lo largo de cerca de dos mil páginas, Bánffy traza un retrato de una sociedad tan distinta y a la vez por desgracia tan parecida a la nuestra, con una aristocracia improductiva entregada al hedonismo, unos políticos consumidos por disputas inanes y un imperio que se asoma sin saberlo al estallido de una tragedia que lo barrerá del mapa. El autor hilvana con maestría las decepciones personales del protagonista con ese desastre colectivo cuya dimensión real sólo conoce el lector, que es consciente de que se acerca la fecha del fatal atentado de Sarajevo.
Una ciudad única
La monarquía dual es también la protagonista de otros tres libros que leí este año: La cripta de los Capuchinos de Joseph Roth (una secuela algo decepcionante de La marcha Radetzky) y dos libros sobre la hermosísima ciudad de Trieste, donde viajé por primera vez este año: La conciencia de Zeno de Italo Svevo y Trieste and the Meaning of Nowhere del ensayista británico Jan Morris.
El segundo es una obra similar a las que el autor escribió sobre Oxford o Venecia: un ensayo que mezcla reflexiones personales, viñetas históricas y entrevistas con vecinos ilustres. El libro es breve y ayuda a comprender el espíritu de esta ciudad tan especial que nació como la puerta del Imperio Austro-Húngaro al Mediterráneo y que donde se unen tres universos culturales: el latino, el eslavo y el germánico.
Esa alma múltiple de Trieste está muy presente en La conciencia de Zeno, que está escrita en italiano pero bebe del psicoanálisis vienés y de las corrientes literarias de todo el imperio. La obra cubre un periodo similar al que retrata el húngaro Bánffy, pero lo hace de un modo mucho más moderno: colocando en el centro a un hombre corriente, con sus problemas cotidianos y unas neurosis que nos resultan tan familiares. Me sigue pareciendo increíble este último párrafo que anticipa la masacre de Hiroshima en un libro publicado en 1923.
Antes de abandonar Europa rumbo a Estados Unidos, mencionaré dos novelas largas que también leí este año: el primer volumen de Cegador de Mircea Cartarescu y Los Buddenbrook de Thomas Mann.
De la primera diría que es el libro más decepcionante de los que he leído este año. Encontré en él algunos pasajes brillantes y ecos de autores como Bulgákov o Rubén Darío, pero está lleno de páginas superfluas y está escrito con una prosa desmesurada cuyos fuegos artificiales se repiten demasiado a menudo y sólo deslumbran la primera vez. Es un autor al que no volveré.
A quien sí volveré es a Mann, cuya primera gran novela disfruté este verano mientras cruzaba Europa en un largo viaje en tren. Es una saga familiar que relata la decadencia de una familia burguesa alemana y que está basada en la propia familia del autor. El libro está lleno de personajes inolvidables y me recordó en algunos pasajes a una de mis novelas favoritas: el Middlemarch de George Eliot, que si no has leído te recomiendo leer.
Rumbo al Oeste
En el Oeste me sumergí este año de la mano de dos de mis escritores favoritos: Willa Cather y John Williams. De este último leí Butcher’s Crossing, un western sobre una partida de cazadores de búfalos con una trama trepidante y un sorprendente final. Es increíble que su autor escribiera tres novelas tan distintas como la melancólica Stoner, esta novela epistolar sobre el emperador Augusto y la novela que he leído este año, que mezcla naturaleza, supervivencia y amistad.
A Cather me la descubrió el periodista Alex Ross en su libro sobre Wagner y por ahora he leído cuatro de sus novelas. Este año disfruté O Pioneers! y Death Comes for the Archbishop. Las dos son dos novelas magistrales y están en las antípodas de Cartarescu: están construidas con una prosa limpia, una trama nítida y unos personajes de carne y hueso. Este artículo que Cather escribió hace un siglo explica muy bien su concepción de la novela y ayuda a comprender por qué nos emocionan sus libros, cuyas tramas ocurren en lugares remotos y con cuyos protagonistas apenas tenemos nada en común.
El mejor ejemplo es Death Comes for the Archbishop, un libro que relata los pormenores de las vidas de dos misioneros franceses que se instalan en Nuevo México a mediados del siglo XIX. El libro es una sucesión de episodios inconexos sin un arco narrativo aparente. Pero uno llega al final con la emoción de haber conocido a dos personas extraordinarias y de haberse sumergido en un mundo que ha transformado la llegada del ferrocarril.
Este año leí otras tres novelas cuya trama se sitúa en Estados Unidos. The Heart is a Lonely Hunter de Carson McCullers es un retrato de la soledad de un sordomudo en una pequeña ciudad del Sur profundo en torno al estallido de la II Guerra Mundial. Unos años después se sitúa la acción de All the King’s Men de Robert Penn Warren, que evoca el ascenso de un demagogo corrupto en un estado sureño y es una de las mejores novelas políticas que he leído nunca. El libro está inspirado en este gobernador de carne y hueso, pero su retórica simplona e incendiaria recuerda algunos de los discursos de Trump.
En torno a la política gira también la desternillante Jailbird, una novela menor en la que Kurt Vonnegut traza una semblanza de un personaje ficticio en la trama del escándalo del Watergate. El libro incorpora elementos autobiográficos, refleja el envés del sueño americano y anticipa la paranoia que consume a la América de hoy.
Dos libros sobre Trump
2025 es el año en que Donald Trump regresará a la Casa Blanca y dos de los libros que he leído este año ayudan a entender por qué.
El primero es el ensayo When the Clock Broke, en el que el periodista John Ganz explica muy bien el caldo de cultivo del que nace Trump. El libro hace un relato muy detallado de los años que transcurren entre el final de la presidencia de Reagan y la llegada de Clinton a la Casa Blanca, y analiza voces entonces marginales que sembraron el ruido y la furia cuyos frutos amargos sufrimos hoy.
El segundo libro es Fulfilment, un reportaje excepcional del periodista Alec MacGillis que refleja cómo Amazon ha ido destruyendo el tejido socioeconómico de decenas de ciudades de Estados Unidos. Este desastre, que se aceleró y se recrudeció durante la pandemia, ha empobrecido a la clase trabajadora, vaciado las arcas públicas, destruido cientos de empresas familiares, encarecido la vivienda y subordinado el bien común a los intereses de uno de los hombres más ricos del mundo. La cobardía de Jeff Bezos durante la campaña hace aún más relevante si cabe la lectura del libro, que puedes encontrar en español aquí.
El triunfo de Trump ha reavivado el debate sobre la irrelevancia creciente del periodismo profesional y su sustitución por sucedáneos creados por voces interesadas, agitadores o propagandistas. Esta tendencia hace más difícil que nunca encontrar respuestas universales a dos preguntas que me obsesionan cada vez más: qué es el periodismo y qué es un periodista.
Estos dilemas me han acompañado en mi trabajo diario y también en mi lectura de libros como Journalism: Why It Matters de mi admirado Michael Schudson, The Gutenberg Parenthesis del profesor Jeff Jarvis, y The Journalism Manifesto de Barbie Zelizer, Pablo J. Boczkowski y C. W. Anderson.
Los tres aportan claves sobre la transformación que está viviendo el espacio público. Pero ninguno es tan revelador como el mejor libro sobre periodismo que leí este año: esta historia del New York Times del reportero Adam Nagourney que por desgracia nadie ha traducido aún al español. El libro explica muy bien la transformación digital del mejor diario del mundo y nos recuerda que muchas de las tensiones que vive hoy el periodismo llevan décadas entre nosotros. Entre tantos buenos pasajes merece la pena destacar uno inolvidable: el relato de cómo cubrió el periódico los atentados del 11 de septiembre, el primer gran acontecimiento que cubrió el periodismo digital.
Dos libros de Leila y muchos relatos
No son los únicos libros de periodismo y sobre periodismo que leí en el año que ahora termina. 2024 fue el año que leí el fascinante Aterrizar en el mundo de mi amigo Abraham Jiménez Enoa y en el que descubrí al reportero Tom Burgis a través de Cukooland, un libro que desvela cómo un puñado de oligarcas lavan su reputación en el Reino Unido con la ayuda de agencias de relaciones públicas, universidades en busca de fondos, y un sistema judicial injusto.
Ningún libro periodístico me gustó tanto como La llamada de Leila Guerriero, que traza un perfil finísimo de una mujer que fue torturada por los oficiales de la Armada argentina y acusada luego de traición por sus correligionarios. Es un libro excelente por el cuidado exquisito con que la autora trabajó en él y también por la prosa limpia con la que está escrito.
A través de él llegué a este otro libro menor en el que Leila cuenta la historia del cementerio argentino de las Malvinas. Una pequeña joya que te recomiendo si aún no la has leído. Sobre mi mesa tengo ahora Opus Gelber, un largo perfil de un famoso pianista que espero disfrutar en algún momento de 2025.
Éste fue el año en el que leí mis primeras novelas de James Baldwin (la autobiográfica Go Tell it on the Mountain) y de Kazuo Ishiguro (la melancólica The Remains of the Day), ambas fantásticas. También el año en el que descubrí Volverás a Región de Juan Benet, tan oscura como Cegador pero mucho mejor y ambientada en mi añorada montaña leonesa. Leí Si te dicen que caí de Juan Marsé (me gustó aunque bastante menos que Últimas tardes con Teresa), descubrí a Fernanda Melchor en la desgarradora Temporada de huracanes y volví a la prosa envolvente de Javier Marías de la mano del Oxford fantasmagórico de Negra espalda del tiempo.
La novela más divertida del año fue The Netanyahus de Joshua Coen, que publicó aquí en español la editorial independiente De Conatus (¿quién si no?).
La que más disfruté fue quizá la monumental The Sea, The Sea de mi admirada Iris Murdoch, de quien quiero leer muchas más páginas en los próximos meses. Disfruté menos con Creation Lake de Rachel Kushner y The Good Terrorist de Doris Lessing aunque ambas son sátiras interesantes del fanatismo político violento, un fenómeno por desgracia muy actual.
Por primera vez en mucho tiempo, volví al relato corto de la mano de un puñado de maestros del género. Leí colecciones como Dubliners de Joyce, The Pastures of Heaven de Steinbeck, y Los funerales de la Mamá Grande de García Márquez. Disfruté menos el primero que los otros dos, y me gustó en especial el libro de Steinbeck, que me devolvió al universo californiano de una de mis novelas favoritas: East of Eden. También escuché la lectura de La metamorfosis de Kafka en este evento inolvidable y leí el inclasificable Se una notte d'inverno un viaggiatore de Italo Calvino, un emotivo homenaje a la lectura y un recordatorio de la forma en que la ficción nos descubre mundos inimaginables.
Termino el año con un libro magnífico: A Swim in a Pond in the Rain, un libro en el que George Saunders, autor de varias colecciones de cuentos y de esta novela premiada, analiza siete relatos de cuatro grandes escritores rusos. El libro detalla los mecanismos que emplean autores como Chéjov o Tolstoi, tan útiles para la literatura como para el periodismo. Es también un libro que nos acerca a algunos de los asuntos profundamente humanos como la compasión o la soledad. Como ocurre a menudo con los mejores libros, te ayuda a pensar y te abre ventanas a muchos otros libros que leer.
¿Qué libros me recomiendas que lea en los próximos meses? ¿Alguno que hayas disfrutado este año? ¿Alguno relacionado con los que cito aquí? Te leo en los comentarios y te deseo las mejores lecturas para 2025.
Qué maravilla es Al Este del Edén. No he vuelto a leer nada parecido. ¿Tendrías algo que se parezca y sea novela? Probaré con The Pastures of Heaven en todo caso. Muchas gracias por la lista, es muy útil.
Te recomiendo "La peninsula de las casas vacias" de David Ucles